Corazón del Siglo de Oro
El Siglo de Oro es la época clásica de apogeo de la cultura española esencialmente del Renacimiento en el siglo XVI y el barroco del siglo XVII, momento de gran esplendor cultural en Villanueva de los Infantes, caracterizado por la presencia activa de grandes personajes de las Artes y de las Letras como el el gramático y filólogo Bartolomé Jiménez Patón. Llamado por Menéndez Pidal «el oráculo de los dómines manchegos del siglo XVII», Jiménez Patón regentó la cátedra de Humanidades en la Casa de los Estudios. Trabó amistad con Francisco de Quevedo, autor culto, libre e insobornable que legó a la literatura universal una de las más vastas, complejas y variadas obras de su historia. Sus extraordinarias dotes literarias lo convirtieron en uno de los nombres más destacados del Siglo de Oro.
El insigne escritor y poeta frecuentó por varias razones la villa de Infantes, donde podía platicar con el círculo intelectual de humanistas en el que también se encontraba su gran amigo Bartolomé Jiménez Patón. De hecho se alojó en su casa en diversas ocasiones, sobre todo cuando necesitó las medicinas de la farmacia que existía en Villanueva de los Infantes. En abril de 1645 se trasladó al Convento de Santo Domingo en Villanueva de los Infantes, donde falleció el 8 de septiembre de ese mismo año. La celda del convento donde pasó sus últimos días aún se conserva y se puede visitar. Su cuerpo fue inhumado en la cripta de los Bustos de la Iglesia de San Andrés.
El legado renacentista y barroco de Infantes
Otros autores destacados del Siglo de Oro también dejaron su huella en Infantes, como Miguel de Cervantes y Lope de Vega, quien en su obra Laurel de Apolo cubrió de gloria a Villanueva de los Infantes con los siguientes versos dedicados a Bartolomé Jiménez Patón y a Fernando Ballesteros Saavedra, autor de El regidor cristiano.
De igual manera que conocemos la buena relación de Jiménez Patón con autores como Lope y Quevedo, el filólogo del CSIC Abrahán Madroñal pone en evidencia en su obra Humanismo y filología en el siglo de Oro, la mala relación de Jiménez Patón con Cervantes y su curiosa reacción sobre todo en el prólogo de la Primera Parte del Quijote, el cual debió de entender como un ataque casi personal.
“De hoy más, porque la envidia no se atreva
pues Jiménez Patón, enseña y prueba
que están en su retórica difusas,
Llámese Villanueva de las musas,
y no de los Infantes Villanueva…”
Lope de Vega, Laurel de Apolo
La creación literaria y estima por los libros no se improvisa, la venta de libros en Villanueva de los Infantes está constatada al menos desde 1572 por el librero de la villa Miguel de Morales. Es muy significativo señalar que la primera versión traducida del inglés al castellano de la Utopía (1516) de Tomás Moro, es realizada en Villanueva de los Infantes en 1637 por Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres, gobernador del Campo de Montiel. La obra va precedida por diversas aprobaciones y de los propios Bartolomé Jiménez Patón y Francisco de Quevedo.
Cerca o lejos de la Corte, las compañías de cómicos más o menos importantes tenían a su disposición patios de Comedias en poblaciones importantes del centro peninsular como Alcalá de Henares, Almagro y Villanueva de los Infantes. De aquel Corral de Comedias, ubicado en la calle del juego de pelota, se conserva parte del dintel en la portada de la casa que hace rincón en la plazuela del doctor Alberdi, enfrente de la Casa del Arco.
A todo lo mencionado también debemos añadir figuras como la del arquitecto Francisco Cano, el dramaturgo Juan de Cueto y Mena, el pintor y grabador Matías de Arteaga y Alfaro, el escritor ascético Antonio de Molina, y los humanistas Pedro Collado Peralta y Diego Ramírez. Todos ellos sin duda convirtieron a Villanueva de los Infantes en el mayor foco espiritual y artístico de La Mancha en el Siglo de Oro.
Texto: Mª Ángeles Jiménez García