Yacimiento en una pequeña meseta sobre el río Jabalón que al menos tuvo tres grandes fases. La más llamativa es un gran edificio de planta rectangular (55×35 m aprox.) orientado al Este y compuesto por un gran espacio principal y una nave lateral alargada de época medieval (siglo XIII). Este espacio –de unos 460 m2– está recorrido por 14 grandes columnas cilíndricas centrales y sólo era accesible desde el interior.
Todo parece indicar que la columnata se encontraba parcialmente descubierta, a modo de patio porticado. Las excavaciones del espacio central no han podido determinar todavía su configuración original, puesto que se trata del área más alterada y reutilizada del yacimiento.
Aunque las leyendas locales sitúan en este lugar una aldea, que fue abandonada, según la fuente, por insalubre o por un suceso tipo Fuenteovejuna, arqueológicamente lo que se detecta es que el final de este edificio fue trágico y violento, concretamente por un incendio, probablemente provocado, que devastó cuanto menos toda el área columnada. También, gracias a las decoraciones arquitectónicas y a un fragmento de campana in situ, así como a la mención a una “Ntra. Sra. de Jamila”, es posible asociar el edificio columnado al significado mismo del topónimo Jamila –belleza, hermosura femenina– a un culto mariano medieval, posiblemente de Repoblación.
Posteriormente, en esta zona se levantó una unidad doméstica a modo de cortijada en la que se reutilizaron numerosos sillares y tambores de columnas de la “fase monumental”. Una tercera fase remonta el primer asentamiento en el lugar al mundo ibérico a juzgar por la existencia de cerámicas de esta época en un enorme silo/pozo circular situado en la zona Oeste.